(Santo Domingo, 1858 - Medellín, 1940) Narrador colombiano cuya obra es una de las más importantes publicadas en su país en la primera mitad del siglo XX. Por su origen antioqueño y sus múltiples viajes por las localidades mineras, pudo novelar distintos aspectos de la historia, la cultura y la idiosincrasia de su región natal, por lo que se le ha considerado injustamente como folclórico y costumbrista, pero en realidad su estilo recuerda más bien a la literatura del Siglo de Oro.
Era hijo de Rafael Carrasquilla Isaza, ingeniero civil, y de Ecilda Naranjo Moreno, quien enseñaría el amor a las letras a su hijo. Durante su infancia alternó los estudios en la escuela de su pueblo natal, Santo Domingo, en Antioquia, con el ambiente de las minas en las que don Raúl trabajaba.
A los dieciséis años, el joven Tomás viajó a Medellín, donde ingresó en el colegio preparatorio de la Universidad de Antioquia y se matriculó en derecho. La guerra civil del año 1877 ocasionó el cierre de la Universidad: ya no volvería a las aulas.
Regresó a Santo Domingo donde se dedicó al oficio de sastre y a realizar frecuentes viajes a Medellín, para realizar algunos "negocios". Entre 1879 y 1891 fue secretario del juzgado del circuito y juez municipal. En 1888 su cuento Simón el mago le facilitó la entrada al Casino Literario, dirigido por Carlos E. Restrepo, futuro presidente de Colombia. En 1890 se publicó un volumen colectivo del Casino Literario.
Hacia 1892 don Tomás creó con algunos amigos una biblioteca pública en Santo Domingo y, para demostrar que "puede hacerse novelas sobre el tema más vulgar y cotidiano", escribió su primera novela: Frutos de mi tierra. Trata ésta sobre las aventuras del joven Agustín y de la familia Alzate y sobre la vida de un pueblo pequeño, de las envidias entre familias, los chismes y recelos, las pequeñas aventuras, todo con gran fidelidad y certeras pinceladas que retratan fielmente la realidad, "con lenguaje castizo y sostenida observación de caracteres", al decir de Pedro Nel Ospina, prologuista de la obra.
"Fue Tomás Carrasquilla -escribe Helena Iriarte- quien superó las formas planas, exteriores y un tanto insustanciales de los costumbristas y dio el viraje hacia un realismo rico, auténtico, que por fin iba a enfrentar y a reflejar la realidad conocida por su autor. Con Carrasquilla aparece en Colombia el escritor de oficio, no ocasional, que dedica su vida íntegramente a la literatura; con él surgen, como elementos fundamentales de la narrativa, la crítica social y lo esencial humano visto a través de personajes que, además de poseer sus propias características individuales, pertenecen a un momento específico, a una clase social determinada, cuyos vicios y virtudes reflejan, sin que por ello se conviertan en tipificaciones vacías."
Tras la publicación de Frutos de mi tierra, Carrasquilla viajó por primera vez a Bogotá, ciudad con la que no pudo entenderse. Con su novela ya editada a un costo de 45 centavos por ejemplar, regresó a su pueblo. Durante esta estancia en la capital, Baldomero Sanín Cano lo introdujo en los círculos intelectuales capitalinos, presentándole al ya famoso poeta José Asunción Silva, quien le pareció remilgado y postizo, tal vez por su fría y elegante cordialidad.
Durante esta época redactó tres de sus más famosos cuentos: Blanca, Dimitas Arias y el legendario A la diestra de Dios Padre. Este último relata la historia de Peralta, un hombre generoso que auxilia a los miserables de la tierra y recibe la ayuda de Jesucristo dándole poderes para ejercitar mejor su labor; detiene a la muerte y le gana al diablo en el juego, y sube finalmente al cielo por la bondad de su actuación en vida. A la diestra de Dios Padre fue adaptado después para el teatro por el dramaturgo y director Enrique Buena ventura; el montaje tuvo gran éxito a nivel nacional e internacional. Dimitas Arias es el drama de un maestro tullido; al parecer, de hondas raíces autobiográficas.
Hasta 1903 Carrasquilla escribió El ánima sola, San Antoñito, El padre Casafús, la crónica El baile blanco y, en una semana, Salve, regina, que para el autor era lo único que le parecía bueno de su obra publicada: con soberbias impresiones del hermoso paisaje andino, Carrasquilla describe la sencilla piedad de las gentes del campo y los dramas de una joven pareja.
En 1904 el Banco Popular de Medellín se declaró en quiebra y, en su caída, arrastró a Carrasquilla. Obligado a aceptar un puesto en la mina de San Andrés, cerca de Sonsón, trabajó como encargado de provisiones entre junio de 1906 y principios de 1909. Aunque su producción literaria se vio afectada, la experiencia le sirvió para la observación de la realidad que era la materia prima de sus escritos. Obras de esa época son Entrañas de niño, relato de la vida y castigo de "un rapaz intratable, vacío, vanidoso", y la novela Grandeza.
Tomás Carrasquilla
En marzo de 1914 Carrasquilla escribió una columna semanal en El Espectador de Medellín. Esta etapa entre 1910 y 1914 en Medellín significó el encuentro del escritor con el ambiente nocturno y de bohemia de la capital de Antioquia, con sus tertulias literarias y sociales. Frecuentó cantinas como La Bastilla, Chantecler, El Globo y El Blumen. También fue miembro de tertulias como la de Susana Olózaga de Cabo y la de los clubes Unión, Cosmos y Jockey Club.
Desde agosto de 1914 se radicó en Bogotá, ocupando un empleo público de pequeña categoría en el Ministerio de Obras Públicas. Vivió por ese entonces en la casa de unos familiares de Jorge Isaacs. Al trasladarse El Espectador a Bogotá, Carrasquilla siguió colaborando con el periódico tanto con artículos como con el cuento La Mata, que aparecieron en las ediciones de Bogotá y Medellín. Este relato y "El rifle", aparecido en El Liberal Ilustrado, son sus únicos cuentos ambientados en Bogotá.
A comienzos de 1919 Carrasquilla regresó a Medellín y publicó por entregas la novela corta Ligia Cruz, en El Espectador, entre el 20 de noviembre y el 11 de diciembre de 1920. Aparecieron también en el mismo diario "El hijo de la dicha", "Palo negro", "Los Cirineos", "Fulgor de un instante" y "El superhombre". Cabe destacar que Carrasquilla gustaba de dictar sus obras y era poco amigo de escribirlas. En 1922 redactó el homenaje a José Asunción Silva Por el poeta, publicado en noviembre; Copas, en agosto de 1923, y sobre todo la novela corta El Zarco, editada en 1925 en Bogotá.
El año siguiente terminó de escribir La marquesa de Yolombó, que fue publicada dos años después. Afirma Helena Iriarte: "Ésta es, quizás, la mejor de sus novelas; en ella Carrasquilla plasmó su profundo conocimiento de los seres humanos, la agudeza de su crítica, la precisión de su realismo y la capacidad para ver a los personajes en sus permanentes cambios, para comprender la transformación, el debilitamiento de sus ideales y propósitos, la flaqueza del ánimo en las grandes empresas que se abandonan para satisfacer pequeños intereses, el deterioro que va causando el tiempo en el vigor y la belleza, la penetración de su inteligencia y su sensibilidad en lo más profundo de los seres humanos, lo cual impide que los personajes caigan en el estereotipo, en la generalización o en el lugar común. Es interesante anotar que las descripciones de tradiciones y creencias, de celebraciones, fiestas y ceremonias de carácter folclórico que aparecen en La marquesa de Yolombó no le dan a la novela carácter costumbrista; son elementos que enriquecen la recreación del ambiente, ya sea familiar, del pueblo o de los mineros y que, además, están en estrecha relación con personajes y acontecimientos; muestran también lo más entrañable y auténtico de la región y del poderoso sincretismo cultural que se ha ido consolidando y enriqueciendo a través de siglos de convivencia de razas cuyas características culturales se expresan a través de formas religiosas y supersticiones que han terminado por confundirse con un catolicismo ingenuo, compartido por señores, campesinos y esclavos...".
Desde 1926, la salud de don Tomás se vio seriamente afectada por trastornos circulatorios, la ceguera y una parálisis que lo inmovilizó, pero no impidió su creación literaria; dictó la trilogía Hace tiempos, que integran Por aguas y pedrejones, Por cumbres y cañadas y Del campo a la ciudad. Es esta trilogía una recopilación de sucesos autobiográficos y su última gran obra literaria.
En 1936 la Academia Colombiana de la Lengua le otorgó el Premio Nacional de Literatura y Ciencias José María Vergara y Vergara y un jurado compuesto por Baldomero Sanín Cano, Jorge Zalamea y Antonio Gómez Restrepo le reconoció como el primer novelista colombiano. Estos últimos años fueron de una serie de agudos sufrimientos, aunque raramente admitía la gravedad de su estado. Falleció el 19 de diciembre de 1940 en Medellín, tras haber sido operado a causa de la gangrena, querido y respetado por las gentes de su tierra, cuyas angustias, alegrías y carácter supo plasmar él en su extensa obra.